lunes, 26 de octubre de 2009

TRES MUSAS


Me gusta la hija del carnicero,
su joven carne, sus muslos en flor,
sus labios domados,
la médula de sus rojos goces,
me gusta darle un guiño insinuante
para que me rebaje medio kilo de huesos
y más tarde desmembrarla con besos.


Me gusta la mujer del verdulero,
sus ojos lujuriosos de apio, sus ojos de aguacero,
su olor a hierba buena, sus cebollas trémulas,
me gusta fundirme en su pulpa de tomate
y perderme en sus cáscaras dulces y en sus hojas de sudor
cuando su marido se ausenta y juega a las cartas.


Me gusta la hermana del panadero,
sus hombros de harina loca,
sus trigales y cascadas en cabellera,
sus labios de pan, su risa que muerde mi aroma,
me gusta amasarle los pechos, los poemas y las migas,
saludarle al amanecer y verterla en levadura de besos
que la hornean, la elevan y la inflaman.


Mis tres musas de barrio o de mercado
se juntarán algún día para darme paliza
o hacer una conjunción de placer
en mi viejo colchón que rechina de prisa.

lunes, 31 de agosto de 2009

ODA A UNA VENDEDORA DE FLORES





Tus manos tan huancaínas,
tan cusqueñas o apurimeñas
de corolas abiertas,
tan nacida
en el centro
o en el sur del Perú,
han tocado
las entrañas de la mañana,
el aroma multiplicado
en las miradas,
con los pistilos en los poros,
en los puentes de tu risa volada,
en las veredas de flores desperdigadas
con los deslumbrantes tallos
que son tus brazos fuertes,
con tus galateas
de hojas cebradas,
amarillas o blancas en la piel
para oxigenar
un salón de clases.


Tus ojos de hortensia
me miraban
con su risa lila y rosada,
tu presencia de abeja
se metía en la nariz
con presión de rosas cautivas,
en ramos ofrecida,
para el amor o la partida
que riega los campos o las pupilas.


Estás inundada de vendedores,
de olores humanos que se combinaron
desde las axilas con trementinas
con la humareda de Evitamiento,
con la neblina y el orín de los tallos superpuestos,
con los camiones que traen
tus talados y libres perfumes
de flores que esperan
una efímera belleza
en medio de la mesa,
agotada de días,
dando lo mejor de sus esencias
antes de perecer
en los brazos de la amada,
antes de que las rosas rojas
sean negras orejas
y las gracenias se contraigan
con un corazón de porcelana
y el agapanto se cierre con el llanto del foco
y la achirana deje su última carta en la hondonada
y los demás follajes verdes se queden desnudos
con trajes marchitos.

Pero yo regresaba para ver
tu gesto de dalia pequeña,
tu nariz de florecida cupea,
tus mejillas de clavel cerrado,
tu mentón de caprichosa gardenia,
tu cabellera de luminosa bromelia,
tus dedos de coqueta hierbera,
tus labios de balsamina
y tu boca de zinia salvaje
que floraba un beso
en mi sudor de jardinero.

jueves, 20 de agosto de 2009

CONGELADO DELIRIO


Es como si hubieras muerto
o como si te hubieses congelado en un nevado
esperando el regreso del verano.
Solo queda tu silencio tan frío
que me hiela la sangre
dónde estás mi flor de fuego,
solo tengo un pétalo en la mano
y es todo el tiempo
que fui feliz contigo.
me cortas el pecho y la comunicación,
abro mis entrañas
y solo hay lodo y árboles rotos,
miro los recuerdos y quiero tu sonrisa
reconciliándose con las palomas.

Saco de tu corazón
mucho empeño y cansancio de días,
desbordes de pájaros y de llovizna
tus palpitaciones de volcán o de riachuelo,
tus ojos se cierran y me amarran al olvido.
Quieres romperme, desarmarme con tus silencios,
guardar mis besos en una cueva o en el hueco del ozono,
pero te amo en la margen izquierda o derecha del delirio,
en el sufrimiento y en el cariño
que puede unir al lado tuyo.

jueves, 6 de agosto de 2009

ODA A UNA NUBELOSA


Polvo maravilloso
que se revuelca
en una cama de energía
con tus labios de universo
que se expanden
en mi piel de estrellas,
me recorren tus erizadas manivelas
tus manos de flores hambrientas.
Naces de una supernova herida
como un orgasmo
de rosas y perlas de luz
con beso y remolino
ardoroso en tu sexo


Huracanadas caricias
y cálidos estremecimientos
de células
te van poseyendo,
venas cosmicas
se abren
con la sangre
de tus elementos rendidos
en el Ojo de Dios,
tu centro convulsionado
es eclosion de girasoles
ardientes
que dan origen
a la trémula serpiente
que se deja su radiación
tan azul en tus entrañas
estelares,
en tus movimientos
de yegua densa
y sobrecargada.
Polvo eres
y en polvo te convertirás
desde los pilares
de la Creación,
en la conmoción
de tus agonizantes estrellas,
en tus jazmines luminosos
que paren
latidos de Orión
y danza de Cangrejo,
eres pezón de estallido
y abertura de rayo,
nube atravesada
de planetas desesperados
por formar tu cuerpo
rendido
y maravilloso.

miércoles, 27 de mayo de 2009

CEPA PARA UN CANTO CONTAGIADO


Temida escarcha que derrumba montaña de bocas
y acecha a espaldas del cerdo que vuela y del elefante que escapa
y rompe los cardos de una llamada humana
estás intranquila como una estrella a punto de romper su cascarón,
te escondes de los otros como si fueran infectos
de esta crisis con cepa y escapulario
de barras al comienzo
con detector de calenturas
para pasar el simple hilo del corazón en la madeja.


Es la clonada intermitencia de faros y ojos,
de fetos azules que intentan salirse de tu arteria,
e impiden los viajes y el sueño cercado con llaves ingentes,
estornudas tu miedo, ese invisible monstruo que te aleja del otro,
es un canto de clavículas dolientes, de alegrías cojas que sostienen otras
con un bastón y con una gota de saliva ultramarina.

No hay nadie sin una paleta en la lengua
sin un color en el rostro, sin ser pasajero o paseante
sin un abrazo fiel, sin una sonrisa completa, sin una conversación
las calles están más solas que las olas de aire
los árboles se cierran de floemas y de cuellos encogidos
de ramas con pájaros escondidos
los habitantes de la gran ciudad
están ocultos en su caparazón de pánico,
como si una bomba bacteriológica
hubiera caído en sus corazones,
en el temblor de sus vísceras, en su saliva llagada
en su sílaba involucrada con el espanto estornudado,
el cielo anudado que va por ahí como fantasma
y cierra sus ventanas con mascarillas.
Ya no quieres estar
sentada en una banca del parque, en un por qué de revelaciones,
la única rebelión es de los virus sin segmentos ni miradas alternas,
no respeta tu depósito bancario
ni tu apellido inclinado ni tu sexo de contrabando,
el agua te empuja a ser lluvia y no simple nube marrón,
el mar te pide su azul perdido en tu baño,
el sol se hace incrédulo y te asa primaveras a la parrilla,
la Tierra quiere verde en el rayo de sus costillas,
y te huracana la lengua de fogata fabril
y la quemadura del árbol que grita.

La cepa recrudecida
canta como un gallo sin contacto,
como un holograma de besos desfigurados
o una silla que se entierra en la espalda,
estás inquieto como un libro sin fondo,
como un roto sin músculos,
haces cola en la cola del can,
en el rabo del pan, en la migaja transada,
en la imaginaria acción que devoró las islas, las casas, las rifas,
sortearon el cielo y la cepa que reniega te manda sus bonos con rampas.

Hay que buscar una vacuna
a este revuelo,
hincarle en sus mitocondrias
las ganas y la fuerza
de no perder la desbordada esperanza.

miércoles, 6 de mayo de 2009

FLORES ARRANCADAS DESDE EL PERONÉ


A Marian Raméntol



Tus poemas son crudos
y pasan por el embudo de mi garganta,
me llenan tus flores arrancadas desde el peroné,
desde el inflamado pulmón
que te respira a la distancia y su no sé
que vacía del metro el esternón
de las aves que caben en tu pecho.

Tus poemas tienen lluvia
en sus cráneos multiplicados,
tienen deudas en los agujeros de sus ventanas
y ciclones de arcilla en sus tan abiertas entrañas
que trazan un curvo horizonte de magma.

Tu mano empuña su palabra
como un puñal en la frente,
como un girasol que atraviesa
el vidrio de la luna tuerta,
alquílame tus sueños
y redondea mis uñas en tu dorso uterino
y arráncame el tallo de la soledad
con puentes incrustados en la piel,
con ríos colgantes y panes
que piden crédito para su duda de harina.



Tu sílaba maldita copula
con el hiato de los entreverados
cinceles que empujan
corceles de fruta,
ligamentos de yegua en la bruma.

Detrás de la puerta
eres una niña que zumba;
recostada en la ventana,
una abeja que escribe
en los pistilos,
y que vuela
a la horca de papeles volados
de ojos morosos con satélites espías
que grabaron la sencillez complicada.

Tus poemas
son paisajes líquidos
con mármoles sombríos
cortezas de árbol en el pubis,
certezas de vida en la boca.

jueves, 30 de abril de 2009

ODA A UNA FORENSE CSI


Tus ojos ultramarinos
han revisado
mis huellas de amapola
en tu cuello
perfecto y níveo,
también mi sudor
dejado en tu espalda
de pétalos asesinos,
es extraña esta muerte
de todos los días
para auscultar el rastro
de tus labios
prendidos de mi camisa
despedazada
por un crimen pasional.

Has abierto
mi cuerpo
con un trazo
de estrella cortejada
y has hurgado mis órganos
que tocan
un océano azul y rojo,
el codiciado húmero
que acarició
su rompimiento
sobre los muros,
su tibia
calentada
para entender
sus andanzas
en la piel de alguna amante.
Tu hipótesis
se acerca a la razón
de una orquídea envenenada,
del atropello de tus pestañas
o de la mordedura de una loba.
Tal vez mi mano
ha tocado
tus besos de archivo
apasionados en mis huellas,
digitales fragancias
de tus cabellos trigales
desde la silla
torturada.

Me esposas
y me preguntas
a que hora
se involucraron mis odas
con tus ojos de estuario
y por que me desnudé
con la medición de tu cintura
y tu suavidad de delfín.

La única respuesta
esta en la calle
un pedazo de hoja escrita, un insecto exánime,
un vello involucrado, un zapato perdido,
un botón roto, una emulsión extraña.
Tal vez tenga entre los dientes
una cutícula tan bella que germinó en ti
y tengas ganas de analizar mi alocada saliva,
allí encontraras un beso y un hasta luego,
un corazón palpitando en tu mano,
una temporada en tus seductoras miradas.

domingo, 8 de marzo de 2009

TÚ LE TENÍAS MIEDO A LA LLUVIA




Tú le tenías miedo a la lluvia
y yo la quería en mi piel
porque me recordaba a Aguaytía
cuando penetraba en sus montes
y me perdía entre árboles y maleza
como cuando uno se pierde
entre los vellos púbicos y húmedos
de una mujer que ama tanto,
cuando iba al riachuelo
a remojar los pies
y lavar mis calzoncillos
y caía la lluvia torrencial y lo hacía crecer
en un temible río
que se llevaba ramas y miradas,
sonidos de pájaros que anunciaban las cinco
de la tarde
como cuando te encontré ayer
sonriendo en el terminal junto a tu madre,
tímida como un señuelo para los peces huidizos.

Tú le tenías miedo a la lluvia,
a que te dejara desnuda
y borrará tus azules párpados,
tu blanca melancolía,
y nos refugiamos
para no mojarnos
en una feria de artesanales baratijas
y nos sentamos a beber
como esos caballos sedientos
que abrevan del río
después de haber corrido por los desfiladeros.
Tomamos pisco sour de sediento limón
que dejó espuma de mar en el fondo
de nuestras almas que se encontraban después de tiempo,
tantos meses sin verte
pesados y lentos
que se corrieron de tus labios,
sequías en la boca que dejó el verano
y poemas detrás de tus pies.

Tenías miedo
pero la lluvia era menuda niña
que pedía un poco de amor
y se iba metiendo entre las hendeduras del techo
y tú ibas aplaudiendo
y repitiendo canciones de la Vieja Ola
que te llevaba a sus musicales océanos,
y nos matamos de risa con las ocurrencias
de Pepito Quechua y sus cumbias calentonas
que tenían ají picante en la boca
y un humor lujurioso que desploma.

Yo te miraba así tan delicada como el plumaje
de un ave que esperaba bajo la lluvia
algún cielo despejado,
los ojos de la selva en ti extraviados,
me contaste de tu vida
y yo te conté de la mía
como si camináramos por un campo de alfalfa
y nos tocáramos la mano
sin decir nada más
para contemplar el paisaje
que muy dentro echaba raíces de sauce.


Y andamos el Parque de la Exposición,
tus ojeras eran noches hundidas en una cama de hierba
bajo esta luna acalambrada y pura,
tan diferente cuando sales a pasear
las orillas de Ámbar (pueblo serrano de Lima)
en una noche tan oscura como un amor incomprendido
que se oculta en una madriguera de liebre
y no hay poste de alumbrado público ni tráfico que te perturbe
y alumbre con sus sucias luces,
solo las estrellas tan cerca de uno,
tan cerca de las flores cerradas de los zapallales,
cansadas de perfume y del peso de sus frutos,
tan cerca del río que no se cansaba de zumbar en mis oídos.


Yo te decía que estaba harto de la rutina
que quería escaparme por las rutas de un camino inca
o de un tren que me lleve a lo verde, desconocido y líquido,
cruzar las sierras y los montes y conocer gente sencilla,
entrar a sus casas y salir por sus ojos de bienvenida,
dormir cerca de un lago con el aire frío de las montañas
y entregarme a los brazos de una lugareña insaciable
para que me caliente con la fogata de sus piernas.


Los gansos venían a ti embrujados por tus dulces sonidos
y las danzantes de tijeras hacían malabares infernales,
colores de la sangre y del viento y del cuerpo,
las parejas se exploraban en las bancas,
nucas asediadas y labios asaltados por un beso,
abrazo fuerte muy fuerte como el que tú me das
con tus pechos enormes como nubes rozando esos lunares
o como cetáceos sobre el cielo,

intentaba decirte que te quería
pero solo te decía, solo te decía
que tu le tenías miedo a la lluvia
cuando acariciaba tus hombros
tan limpios como dunas,
tan suaves como la neblina,
tan sensuales como pétalos
consumidos por el agua hirviendo,
hombros que me enardecían por el sur,
no sé si era la lluvia
o era tu piel de ser alado
que me mojaba
bajo la mesa.

domingo, 1 de marzo de 2009

COMPAÑÍA

Una compañía,
una soledad acompañada
que baila
loca
incesante
como una ola de sudor
que baja por la espalda y por las quebradas
perfectas
que he deseado tocar, camino por camino,
una compañía de piernas o de joyas
bajo el bolsillo
o de ladrones ojos
que desvistieron tus pechos de mariposa volada.

Una compañía de hiedras,
de pasos
o de palabras que mueren
apretadas en el hueco de un árbol,
una compañía de sangre y de huesos,
de canciones y de robados besos
desde las llagas que hicieron techo,
cargaron bulto de labios tensos,
insensibles como alas de albatros.
Una compañía
de inseguros,
de paradero que pierde mi abrazo
como un sendero de ortigas,
tu hombro doloroso,
tus ojos que huyen como gacelas,
tus ojos que poseo en madrugadas que nunca llegan,
en rodillas que toman tus caderas de loba amaestrada.

La compañía de una piedra es más sincera,
se puede hacer con ella una sopa para pobres carnes
o tirarla al río para que haga ondas
y se lleve tus recuerdos inundados por un huayco.

Una compañía de nada eres, amor que no es,
amor que sabe a témpano y a orín dulcísimo,
yo, tu acompañante, un perrito faldero
o un bolso de guerrillero (que se quedó sin balas)
o una cartera nueva (llena de perfumes y cosméticos)
que arrojarás al basurero
cuando se haya descosido su pánico sincero.

Una dama de compañía me deja sus uñas, sus tacos y su perfume de nido fresco,
su rostro sudoroso en el vientre, sus interrupciones, sus miedos apretados en la pupila,
su tiempo limitado para el cariño, con fecha de vencimiento y hora de envasado.