miércoles, 27 de mayo de 2009

CEPA PARA UN CANTO CONTAGIADO


Temida escarcha que derrumba montaña de bocas
y acecha a espaldas del cerdo que vuela y del elefante que escapa
y rompe los cardos de una llamada humana
estás intranquila como una estrella a punto de romper su cascarón,
te escondes de los otros como si fueran infectos
de esta crisis con cepa y escapulario
de barras al comienzo
con detector de calenturas
para pasar el simple hilo del corazón en la madeja.


Es la clonada intermitencia de faros y ojos,
de fetos azules que intentan salirse de tu arteria,
e impiden los viajes y el sueño cercado con llaves ingentes,
estornudas tu miedo, ese invisible monstruo que te aleja del otro,
es un canto de clavículas dolientes, de alegrías cojas que sostienen otras
con un bastón y con una gota de saliva ultramarina.

No hay nadie sin una paleta en la lengua
sin un color en el rostro, sin ser pasajero o paseante
sin un abrazo fiel, sin una sonrisa completa, sin una conversación
las calles están más solas que las olas de aire
los árboles se cierran de floemas y de cuellos encogidos
de ramas con pájaros escondidos
los habitantes de la gran ciudad
están ocultos en su caparazón de pánico,
como si una bomba bacteriológica
hubiera caído en sus corazones,
en el temblor de sus vísceras, en su saliva llagada
en su sílaba involucrada con el espanto estornudado,
el cielo anudado que va por ahí como fantasma
y cierra sus ventanas con mascarillas.
Ya no quieres estar
sentada en una banca del parque, en un por qué de revelaciones,
la única rebelión es de los virus sin segmentos ni miradas alternas,
no respeta tu depósito bancario
ni tu apellido inclinado ni tu sexo de contrabando,
el agua te empuja a ser lluvia y no simple nube marrón,
el mar te pide su azul perdido en tu baño,
el sol se hace incrédulo y te asa primaveras a la parrilla,
la Tierra quiere verde en el rayo de sus costillas,
y te huracana la lengua de fogata fabril
y la quemadura del árbol que grita.

La cepa recrudecida
canta como un gallo sin contacto,
como un holograma de besos desfigurados
o una silla que se entierra en la espalda,
estás inquieto como un libro sin fondo,
como un roto sin músculos,
haces cola en la cola del can,
en el rabo del pan, en la migaja transada,
en la imaginaria acción que devoró las islas, las casas, las rifas,
sortearon el cielo y la cepa que reniega te manda sus bonos con rampas.

Hay que buscar una vacuna
a este revuelo,
hincarle en sus mitocondrias
las ganas y la fuerza
de no perder la desbordada esperanza.

miércoles, 6 de mayo de 2009

FLORES ARRANCADAS DESDE EL PERONÉ


A Marian Raméntol



Tus poemas son crudos
y pasan por el embudo de mi garganta,
me llenan tus flores arrancadas desde el peroné,
desde el inflamado pulmón
que te respira a la distancia y su no sé
que vacía del metro el esternón
de las aves que caben en tu pecho.

Tus poemas tienen lluvia
en sus cráneos multiplicados,
tienen deudas en los agujeros de sus ventanas
y ciclones de arcilla en sus tan abiertas entrañas
que trazan un curvo horizonte de magma.

Tu mano empuña su palabra
como un puñal en la frente,
como un girasol que atraviesa
el vidrio de la luna tuerta,
alquílame tus sueños
y redondea mis uñas en tu dorso uterino
y arráncame el tallo de la soledad
con puentes incrustados en la piel,
con ríos colgantes y panes
que piden crédito para su duda de harina.



Tu sílaba maldita copula
con el hiato de los entreverados
cinceles que empujan
corceles de fruta,
ligamentos de yegua en la bruma.

Detrás de la puerta
eres una niña que zumba;
recostada en la ventana,
una abeja que escribe
en los pistilos,
y que vuela
a la horca de papeles volados
de ojos morosos con satélites espías
que grabaron la sencillez complicada.

Tus poemas
son paisajes líquidos
con mármoles sombríos
cortezas de árbol en el pubis,
certezas de vida en la boca.