domingo, 1 de marzo de 2009

COMPAÑÍA

Una compañía,
una soledad acompañada
que baila
loca
incesante
como una ola de sudor
que baja por la espalda y por las quebradas
perfectas
que he deseado tocar, camino por camino,
una compañía de piernas o de joyas
bajo el bolsillo
o de ladrones ojos
que desvistieron tus pechos de mariposa volada.

Una compañía de hiedras,
de pasos
o de palabras que mueren
apretadas en el hueco de un árbol,
una compañía de sangre y de huesos,
de canciones y de robados besos
desde las llagas que hicieron techo,
cargaron bulto de labios tensos,
insensibles como alas de albatros.
Una compañía
de inseguros,
de paradero que pierde mi abrazo
como un sendero de ortigas,
tu hombro doloroso,
tus ojos que huyen como gacelas,
tus ojos que poseo en madrugadas que nunca llegan,
en rodillas que toman tus caderas de loba amaestrada.

La compañía de una piedra es más sincera,
se puede hacer con ella una sopa para pobres carnes
o tirarla al río para que haga ondas
y se lleve tus recuerdos inundados por un huayco.

Una compañía de nada eres, amor que no es,
amor que sabe a témpano y a orín dulcísimo,
yo, tu acompañante, un perrito faldero
o un bolso de guerrillero (que se quedó sin balas)
o una cartera nueva (llena de perfumes y cosméticos)
que arrojarás al basurero
cuando se haya descosido su pánico sincero.

Una dama de compañía me deja sus uñas, sus tacos y su perfume de nido fresco,
su rostro sudoroso en el vientre, sus interrupciones, sus miedos apretados en la pupila,
su tiempo limitado para el cariño, con fecha de vencimiento y hora de envasado.

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