sábado, 3 de noviembre de 2007


ODA PARA VIRIGINIA

Niña traviesa,
tú que subías al árbol
y cogías los ajenos ciruelos
con tu mirada color cielo,
tú que mordías a escondidas
los jugosos mangos
y hacías renegar a Chabelo,
escondías sus cosas, su llanta, su perezosa,
Tú, niña tumbesina
que ríes con todas tus ganas
toda graciosa en la hora matutina,
tú que me cuentas tu infancia
y yo que llevo dentro tus palabras y tus gestos
como relámpagos puros
que me hacen temblar.

Virginia, tú me miras
con tus ojos de fiera buena
con tu alma de río tierno
y con tu encanto de playa tranquila,
tu, mi pequeña orilla
me haces feliz
con tu oceánica sonrisa.

Virginia,
tú dejaste las alocadas travesuras
tu casa, tu pueblo y su mar risueño
el recuerdo de tu madre en el paraíso,
y llegaste a esta ciudad de dudas
y te hiciste en la vida,
ahora eres profesora de caminos pequeños
que dibujan la ternura en sus pasos.

Los niños vienen a ti
y juegan con tus manos llenas de fruta
y dibujan círculos de amor en los ojos,
palitos y estrellitas en el papel,
sus travesuras te recuerdan
lo que tu hacías en el campo de tus ilusiones
y así los guías
para que no teman la vida
para que rían y rían
como tú reías
pequeña y dulce como ciruela.

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