jueves, 27 de septiembre de 2007

LA EXTRADITADA CONCIENCIA DE UN DICTADOR

Su conciencia
es una fosa
llena de polvo
y silencio gris
que aprieta sus huesos
en los huesos de los huesos
con el agujero en la voz
de la bala impuesta.

El dictador
ya no tienes verbos
Ejecutar Disolver Mandar
ya no dicta
sólo piensa y se agita
en su silla
de tantos
de tantos días
en la silla ejecutada
en el viejo muslo impenitente
en el pómulo morado
que se pega en la oscuridad.


Dibuja gestos
de poder perdido
con las uñas de sangre seca
la presión se encabrita
en su cabeza
en su cara desencajada
en su columna
en sus riñones
en sus pulmones
en su clavícula
en su tibia
en su peroné
los mismos
que desapareció
con la orden de ultrasecreto.

Recuerda a su amiga
la sigilosa muerte
que se puso las botas
y ametralló a los sencillos
regados en pétalos rojos pisoteados
en vidrios rotos en pollada quebrada
en quinta sangrante
la misma que recorre
los túneles de su conciencia
las rejas de tus ojos desvencijados.

Retuerce su puño
la tortura aprieta su aorta
y aborta
la estrategia
se sientas y se siente atado
abofeteado
pateado
gramputeado
electrocutado
por el silencio
y la hipócrita sonrisita
desvía la responsabilidad
con adusta insistencia
en otras bocas
que lo delatan.
Ahora se queja
de las comodidades escasas
de la vieja silla
y sus hienas amaestradas
reclaman por él
patalean
amenazan
que le quitarán el apoyo
a las cabras


Aprieta bien los dientes
oculta los cadáveres en la vesícula
pero las hiedras se apoderan de sus pies
y suben por tus húmeros porosos
y brota una cantuta sangrienta
de su estómago
tiene mareos
vomita los cuerpos
los retazos chamuscados
los huesos las falanges las venas
las almas las vidas los rostros
de quienes estudiaban su futuro
de quienes escribían sus poemas
de quienes besaban a sus novias
de quienes cantaban la humanidad ilesa
de quienes aprendían y temían.

Y ahora come
la cena imperfecta perturbada
que le da la noche
tenso en sus arrugas
con las coronarias resignadas
y los tendidos lentes
sobre el piso coagulado
su conciencia
tan común
como esa fosa de azul muerto
con su manual de muerte
y sus atentadas justificaciones.


Su conciencia
es una caja fuerte
una ruma de videos
una cuenta bancaria
un olor frío
una cama inerte
en la que echa
su estadía temerosa
el polvo carbonizado
el húmero inmenso
la tibia insomne
el cerebro rancio,
tu conciencia guarda
un fardo de billetes
un fajo de huesos
sus manos que tiemblan
ante los futuros grilletes
las ojeras que devoran sus ojos
las paredes repetidas como gritos

Se siente pesado
como un pájaro dodo
desalado
picotea la jaula
camina y tropieza
en la zanja abierta
y cae
lento
sin nadie
sólo el latido rencoroso
de su calcinada
conciencia.

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